¿Qué son las somatizaciones?

9 de noviembre de 2017

m

Aunque antiguamente se diferenciaba entre el cuerpo y la mente como si se tratase de dos entidades completamente independientes, a medida que la ciencia moderna ha avanzado, tanto desde la psicología como desde la psiquiatría, se ha hecho evidente que esta independencia no existe, y que existe un trasvase entre nuestro malestar físico y nuestro malestar mental.

Es decir, del mismo modo que el hecho de sufrir dolor físico puede provocar consecuencias en nuestro estado de ánimo, o hacer que nos encontremos más irritables, el hecho de estar padeciendo un episodio de malestar psicológico puede generar síntomas físicos en nuestro cuerpo.

Esto es lo que conocemos como somatizar: es decir, la expresión física de un problema psicológico. Sin embargo, cuando explicamos qué es una somatización,  nos encontramos con algunos conceptos que conviene aclarar:

  • La somatización es real: es decir, el paciente no la simula. Una de las reacciones más frecuentes cuando una persona recibe por primera vez información sobre la somatizaciones, es la de incredulidad, o incluso de indignación, ya que el síntoma es manifiesto y el paciente puede creer que hablándole de somatizaciones, estamos diciéndole que no lo sufre en realidad.
  • La somatización no puede ser explicada por otra causa médica: normalmente, cuando hablamos de somatizaciones, el paciente se ha sometido a pruebas médicas y a todo tipo de especialistas buscando el origen o la causa de su malestar. Y es habitual que sean los propios médicos quienes informen al paciente sobre qué son las somatizaciones, al no encontrar causa médica que explique los síntomas.
  • La somatización surge de forma espontánea: aunque está alimentada por variables como el nivel de estrés, como veremos más adelante, la somatización puede aparecer en momentos en los que no se está experimentando ansiedad, sino al contrario, en momentos de descanso donde toda esa sobrecarga que sufrimos, de repente nos pasa factura.
  • La somatización tiende a ser difusa e intermitente: por ejemplo, si se trata de un dolor, es un dolor que no aparece siempre en la misma situación, ni de forma constante.

Antes de continuar hablando de por qué se producen las somatizaciones, veamos algunas de las más comunes:

  • Dolores: son frecuentes los dolores de cabeza, de espalda, dolor en el pecho, dolores articulares o en las extremidades, dolores en los órganos sexuales durante el sexo, o dolores al orinar.
  • Síntomas gastrointestinales: como náuseas, diarreas, vómitos, distensión abdominal, o gases.
  • Síntomas neurológicos: sensación de debilidad en algún miembro, pérdida de equilibrio, sensación de dificultad para deglutir o tragar alimentos, hormigueos, espasmos musculares, y otros.
  • Síntomas cardiorrespiratorios: palpitaciones, sensación de ahogo, presión en el pecho.

También es frecuente la sensación de fatiga o cansancio crónico. Las somatizaciones por lo tanto, son incómodas y muy desagradables para quien las padece. Y como hemos dicho, en muchas ocasiones la persona acude al médico en repetidas veces, sin encontrar una respuesta a por qué sufre este síntoma. Esto genera un sufrimiento añadido al elevar de forma dramática el estrés que sufre este paciente. Pongamos un ejemplo: una persona que nota recurrentemente síntomas gastrointestinales tales como diarrea, hinchazón de estómago, gases, punzadas en los costados, y otros síntomas estomacales. Después de sufrirlos durante un tiempo, comienza a sentirse agotada y cansada, y a anticipar malestar antes de ingerir alimentos, ya que supone que le van a sentar mal. Tras un periodo en esta situación, esta persona decide acudir a su médico de cabecera, el cual le manda algunas pruebas, las cuales presentan unos resultados normales. Los síntomas persisten, así que finalmente decide acudir a un especialista en el aparato digestivo, y someterse a pruebas más específicas para determinar qué le sucede. De nuevo, los resultados son inconcluyentes y no se detecta anormalidad alguna.

Esta espiral genera mucha más ansiedad a la que ya sufría el paciente, ya que no se encuentra explicación a los síntomas, y con el paso del tiempo, comienza a tener pensamientos anticipatorios sobre la causa: ¿tendré una enfermedad? ¿Será cáncer? ¿Y si los médicos no han dado con lo que me pasa, pero me pasa algo grave? ¿Estoy esperando demasiado tiempo? ¿Debería pedir una segunda opinión?

Estas inquietudes generan más ansiedad, y acaban por recrudecer los síntomas gastrointestinales, acentuando aún más el malestar. Esta es la espiral en la que nos encontramos en muchas ocasiones, cuando sufrimos somatizaciones. Al no tener una causa médica, podemos pensar que se trata de una enfermedad no diagnosticada, por lo tanto sufrir más ansiedad, y finalmente ver cómo las somatizaciones crecen más y más.

Pero, si no tienen causa médica, ¿qué origina las somatizaciones? Debemos ser prudentes, y llegados a este punto, matizar un aspecto importante: el hecho de que las somatizaciones no tengan origen físico, no significa que todos los síntomas que aparezcan en nuestro cuerpo debamos atribuirlos a un trastorno somático. Es decir, que no debemos utilizar el estrés o la somatizaciones como un cajón de sastre para todo lo que nos pase. Es importante acudir a nuestro médico en primera instancia, para descartar cualquier tipo de patología física.

Sin embargo, y como veíamos en el ejemplo, una vez que queda patente que no hay patología física, el hecho de continuar sometiéndose a pruebas e insistiendo en buscar el origen físico del malestar, nos puede generar angustia y la creencia irreal de que sufrimos una enfermedad grave que no ha sido diagnosticada, cuando en realidad, no es así.

Entonces, ¿cuál es la causa de las somatizaciones? ¿Por qué somatizamos? Si tuviéramos que dar una respuesta breve, sería ésta: por altos niveles de estrés durante un periodo continuado de tiempo.  Sin embargo, si detallamos más nuestra respuesta, nos encontramos con que hay perfiles que nos pueden hacer más propensos a somatizar, tanto en la gestión de nuestras emociones, como en nuestra forma de afrontar las vicisitudes cotidianas.

La aparición de somatizaciones está directamente relacionada con la regulación emocional, es decir, con nuestra capacidad para gestionar nuestras emociones ante determinados eventos. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si nos sobrecargamos emocionalmente, nuestro cuerpo va a comenzar a avisarnos con señales físicas de que algo no va bien.

Hay rasgos de personalidad que pueden predisponernos a “sobrecargarnos”: por ejemplo, personas un alto nivel de exigencia y perfeccionismo, propensos a involucrarse en un alto número de tareas, con tendencia a no delegar, y por ello, con un alto grado de estrés. También la inhibición emocional parece esta relacionada con la presencia de somatizaciones: es decir, el no comunicar qué nos sucede, no buscar apoyo en los demás, e intentar llevar todos nuestros problemas nosotros solos.

Pero no solo factores estables de personalidad, sino que también podemos sufrir estados pasajeros que nos predispongan a sufrir somatizaciones: por ejemplo, si atravesamos un periodo de bajo estado de ánimo. Las somatizaciones son más intensas en episodios relacionados con síntomas depresivos.

En muchas ocasiones, todas estas características conviven formando un caldo de cultivo muy peligroso para nuestra salud: determinadas circunstancias vitales pueden afectar a nuestra vida, incrementando nuestro nivel de estrés: un cambio de trabajo, un traslado de hogar, el nacimiento de un hijo… A veces, estas circunstancias se ven alimentadas por las características de personalidad que comentábamos, de forma que al exigirnos demasiado y exprimir todas nuestras capacidades, comenzamos a experimentar somatizaciones, pero no paramos ni reducimos nuestro nivel de estrés, porque nuestras creencias exigentes no nos lo permiten.

Esto acaba afectando a nuestro estado de ánimo, provocando que estemos más irritables, tristes, y haciendo que los pensamientos negativos se multipliquen: estos pensamientos negativos pueden estar relacionados con las dolencias que sufrimos, y, como decíamos en el ejemplo del inicio del artículo, acabar generándonos más ansiedad, ya que terminamos pensando que sufrimos algún tipo de enfermedad grave, lo que afecta aún más a nuestro ánimo y agrava nuestra ansiedad.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo salir de este bucle? En primer lugar, hay que pedir ayuda. Como decíamos, a veces intentamos resolverlo todo por nuestra cuenta, individualmente, y este estilo de “cargárselo todo a la espalda” está directamente relacionado con la sobrecarga y las somatizaciones. Veamos qué pasos podemos dar para solucionar el problema.

  1. Pide ayuda, acude a un profesional.
  2. Etiqueta y conoce a tus somatizaciones. Sé consciente de que simplemente, son síntomas de ansiedad.
  3. Con la ayuda de un psicólogo, comienza a introducir en tu rutina actividades placenteras, de autocuidado, que comiencen a darte espacios de respiro que vayan aliviando la sobrecarga.
  4. Realiza actividad física, busca válvulas de escape. Esto te ayudará a equilibrar factores muy importantes para tu salud física y psicológica, como tus horarios de sueño, reduciendo significativamente las somatizaciones.
  5. Flexibiliza tus exigencias: comienza a delegar, y a “elegir tus batallas”. No tienes que ocuparte de todo, siempre, ni estar siempre al cien por cien. Desmitifica tus obligaciones y reduce actividades exigentes que ahora mismo, no te aportan nada.
  6. Gestiona tu tiempo de forma adecuada: no te embarques en tareas excesivamente demandantes, ni abras más frentes de los que realmente puedas manejar.

Estas y otras tareas serán progresivamente pautadas y revisadas por el psicólogo durante el tratamiento, de forma que progresivamente seas capaz de exponerte a sentir esas sensaciones desagradables, y desensibilizarte a ellas, sin tener que sufrir los pensamientos inquietantes que comentábamos al principio. Poco a poco restituirás el equilibrio, y las somatizaciones desaparecerán.

Si estás sufriendo molestias físicas o crees que lo que hemos descrito refleja cómo te encuentras actualmente, no dudes en llamarnos, te asesoraremos para que puedas solucionar cuanto antes este problema.

 

¡Hasta la semana que viene!

[simple-author-box]

Victor Serna Climent

Psicólogo sanitario, máster en práctica clínica y en psicología forense. Experto universitario en terapias contextuales. Trabajo en la clínica que fundé y que dirijo desde 2016, donde tengo la suerte de poder dedicarme a la psicología aplicada, ofreciendo siempre tratamientos basados en la evidencia científica.

Entradas relacionadas

Estamos juntos en esto

Estamos juntos en esto

Hace unos pocos días, en mitad del alud informativo sobre el covid-19, la emergencia sanitaria y sus devastadoras consecuencias, me llamó la...

Insomnio: cuando dormir es un sueño

Insomnio: cuando dormir es un sueño

Nuestro estilo de vida actual, cargado de exigencias, ha desplazado como lujos a algunos hábitos de salud tan básicos como dormir. Dormir no es un...