Miedos en la infancia

17 de octubre de 2017

El miedo es una emoción básica que está presente a lo largo de toda nuestra vida. Forma parte de nuestro repertorio emocional, está grabado en nuestros genes, y nos es muy útil para reconocer eventos negativos, situaciones indeseables, o peligros que queremos evitar.

Vamos, que tener miedo es normal. Sin embargo, muchos son los papás y mamás que, cuando sus hijos comienzan a sentir miedo ante determinadas circunstancias, se preguntan si un miedo en concreto es normal a su edad, cuánto tiempo es normal que tenga miedo, o qué pueden hacer para ayudarle a superarlo. En este artículo, vamos a tratar de dar respuesta a algunas de las preguntas más frecuentes sobre los miedos infantiles.

En primer lugar, debes saber que la mayoría de miedos que presenta tu hijo son miedos evolutivos: es decir, son miedos comunes que aparecen especialmente a determinadas edades, según el nivel de desarrollo del niño. En la mayoría de casos, se trata de estímulos que el niño conoce por primera vez. Vamos a verlo con algunos ejemplos: el miedo a los monstruos y a los seres fantásticos (brujas, fantasmas y otros) suele aparecer entre los 4 y los 6 años. A esta edad, los niños ya han desarrollado un imaginario en el que tienen cabida estos seres, y además, seguramente los han visto en películas o en dibujos animados. Anteriormente, sencillamente eran demasiado pequeños como para pensar en ellos.

Por lo tanto, hay una serie de miedos evolutivos que son comunes en la infancia. Vamos a mencionar los más frecuentes, y a englobarlos por edades para verlo de forma más clara:

Antes de los 6 meses: a esta edad tan temprana, los miedos principales son la pérdida de equilibrio (movimientos bruscos) y los sonidos fuertes y desconocidos. La reacción del bebé ante estos estímulos hasta ahora desconocidos es el llanto. El bebé todavía se está familiarizando con su propio cuerpo y sus sensaciones en esta etapa, por lo que estos miedos son reacciones naturales de adaptación a su entorno.

Entre los 6 meses y los 2 años: en esta edad, aparece el miedo a los extraños. El niño puede sentirse inseguro o ansioso en presencia de desconocidos. Si tiene que separarse de sus adultos de referencia, papá y mamá, puede sentir miedo y romper a llorar. A esta edad, el niño empieza a ser consciente de la existencia de los demás, más allá de sus referentes principales. Es capaz de reconocer los rostros de familiares y conocidos, y por lo tanto, se asusta cuando se aproxima alguien a quien no es capaz de reconocer.

Entre los 2 y los 4 años: en estas edades, pueden surgir el miedo a algunos animales, como por ejemplo las arañas, y también a fenómenos meteorológicos (ruidos fuertes, tormentas), así como a la oscuridad. Se puede mantener el miedo a la separación de los padres, especialmente cuando se inicia la etapa de la guardería, ya que además de perder de vista a su mamá o papá, el niño se encuentra en un entorno desconocido.

Entre los 4 y los 6 años: puede acentuarse el miedo a la oscuridad, ya que como comentábamos anteriormente, otro miedo común en esta etapa son los seres fantásticos como fantasmas, monstruos o brujas.

Entre los 6 y los 9 años: a partir de estas edades, los miedos se vuelven más sociales. Los niños juegan con su grupo de iguales en clase, y son conscientes de la impresión que generan en los demás. Miedos comunes en esta etapa son hacer el ridículo, o ser rechazado por sus amigos. En esta edad, además, el niño puede temer el daño físico, o en ocasiones, miedo a la muerte o a la muerte de seres queridos, si se ha producido alguna pérdida en su familia, o si ha sufrido por ejemplo la pérdida de una mascota. La pérdida es un concepto nuevo con el que el niño no estaba familiarizado en etapas más tempranas de su desarrollo.

Entre los 9 y los 12 años: conforme avanza su desarrollo, los miedos pueden volverse más complejos y sofisticarse más. En realidad, en estas etapas los miedos son iguales a las anteriores, pero están más elaborados. En lugar del miedo al daño físico, puede aparecer el miedo a enfermedades o accidentes, de las que antes no tenían constancia. También otros miedos sociales, como el miedo a no tener buenas notas o a repetir curso.

Por lo tanto, el miedo es la reacción natural que el niño experimenta ante las novedades que el entorno va ofreciéndole a medida que crece. El papel de los adultos es ayudarlo a familiarizarse con estos cambios, y a ganar confianza y seguridad para superarlos. Vamos a ver algunas recomendaciones para ayudar a tu hijo a superar los miedos:

No caigas en la sobreprotección: impedir que esté en contacto con aquello que le da miedo, no va a hacer que deje de temerlo. Nuestro papel es de ayudarle a exponerse poco a poco a lo que le asusta, pero si le privamos de esta experiencia, el niño desarrollará una conducta dependiente, y ante cualquier estímulo novedoso o atemorizante, recurrirá a los adultos para que lo eliminemos.

No banalices el miedo: es importante que entendamos que el miedo es la reacción natural del niño, y que no nos riamos, sino que empaticemos con él. Aunque para ti un monstruo no sea importante, tenemos que entender que para el niño sí lo es.  Comentarios del tipo ¡con lo valiente que tú eres! o las comparaciones con otros niños que no tienen miedo, no son útiles en absoluto, ya que contribuyen a que se sienta más indefenso.

Poco a poco: no fuerces el que el niño se exponga de golpe a todos sus miedos, esto solo va a generar que tenga más miedo, y que su desconsuelo vaya a más. Hay que ser gradual para que se vaya habituando a sus miedos: por ejemplo dormir con una luz en la habitación, después un poco más lejos en el pasillo, y progresivamente que sea más tenue hasta que el niño sea capaz de dormir.

Refuerza sus éxitos: anímale y hazle saber lo feliz que te hace que se haya enfrentado a sus miedos. Esto le animará a volver a exponerse hasta que se supere por completo. Las felicitaciones y la atención de los padres son el mejor reforzador que existe, así que no te obsesiones con prometer regalos o recompensas por enfrentarse al miedo.

Sé su modelo: puedes incentivar el niño que afronte los miedos enseñándole como se hace. Esto puede ser además un juego muy divertido, ya que puedes ayudarle a buscar en su habitación para que vea que no hay monstruos, contarle un cuento divertido sobre monstruos para que se ría de ellos, ayudarle a cambiar cómo se siente… Aprovecha esta situación para darle herramientas a tu hijo y enseñarle a sentirse más seguro y capaz.

Por último, no vivas con angustia el miedo de tu hijo. Aunque sea intenso o se mantenga en el tiempo, los miedos evolutivos son normales y desaparecen con el tiempo. Sin embargo, si observas que la reacción emocional de tu hijo es desproporcionada y demasiado intensa, o que perdura durante un periodo excesivo, podríamos estar hablando de una fobia. ¿Cuándo hablamos de fobia en lugar de miedo? En primer lugar, cuando es excesivamente intensa e interfiere en la vida del niño. Es decir, el niño es incapaz de exponerse, sufre de forma desproporcionada. Además, en este caso el temor no se extingue con el tiempo, sino que persiste. En estos casos, un psicólogo infantil podría ayudar al niño a aprender estrategias para relajarse y comenzar a afrontar la fobia, así como dar pautas a los padres para que generalicen los cambios en casa.

Si tienes dudas sobre los miedos de tu hijo o crees que podría estar sufriendo una fobia, consúltanos y te asesoraremos.

 

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Victor Serna Climent

Psicólogo sanitario, máster en práctica clínica y en psicología forense. Experto universitario en terapias contextuales. Trabajo en la clínica que fundé y que dirijo desde 2016, donde tengo la suerte de poder dedicarme a la psicología aplicada, ofreciendo siempre tratamientos basados en la evidencia científica.

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